Robo. Atraco. Asalto. Hurto. Cualquiera de estas palabras serviría para calificar la pantomima que la selección española tuvo que sufrir en el Mundial de Corea. Y digo el Mundial de Corea, porque habrá que bautizarlo así. Tanta polémica para decidir si el Mundial se llamaba de Corea y Japón o de Japón y Corea cuando se ha demostrado que el nombre ideal era el que yo propongo. Porque los arbitrajes han demostrado que la potente selección coreana y su no menos influyente federación tienen mano donde hay que tenerla, así que si hubieran insistido un poco más se podían haber quedado con la exclusividad de este Mundial.
España no jugó mal, creó ocasiones, marcó dos goles, Corea casi fue incapaz de disparar a puerta... y los de Camacho se fueron a casa. Y todo por el capricho de la incompetencia. Dos goles legales anulados, uno de ellos en la prórroga, y un fuera de juego inexistente que dejaba a Luis Enrique en el mano a mano con Lee Won Jae son demasiado para un Mundial. Porque no estamos hablando de un partido de liga municipal, estamos hablando del mayor espectáculo del mundo del fútbol. Un espectáculo que esta vez ha sido bochornoso.
Un árbitro egipcio y dos asistentes de Trinidad y Tobago y Uganda no pueden dirigir un partido de un Mundial. El nivel de sus ligas, donde deben desarrollar su carrera como jueces, no alcanza lo mínimo exigible para dirigir un encuentro de esta entidad. Y lo demostraron. Es imposible equivocarse tanto y siempre en la misma dirección. Aunque España hubiera estado jugando mil horas nunca habría podido ganar porque todo lo que hacía, se lo anulaban. Se trató de un espectáculo lamentable.
Y eso que la cosa no comenzó mal. Los coreanos mandaban en el juego y España no podía llegar a meter su velocidad. Sin embargo, los asiáticos no creaban ni una sola ocasión. Poco a poco la selección se fue desperezando y comenzó a llegar pasados los primeros veinte minutos. Así De Pedro puso un magnífico servicio en la cabeza de Morientes y su remate de cabeza lo evitó Lee Won Jae con ayuda del poste, que evitó que se metiera con el balón en la portería.
Grandes ocasiones antes del descanso
Después de un nuevo bajón físico, España gozó de sus mejores minutos en la recta final de la primera parte. Joaquín, uno de los mejores, se fue por banda y su centro no llegó a empujarlo a puerta vacía Morientes. De Pedro lanzó fuera un balón a placer e Hierro remató por encima del larguero a bocajarro. Ahí se escaparon vivos los coreanos... y comenzó el show arbitral.
Nada más volver del descanso. Primer robo. Baraja remata de cabeza a gol tras ser agarrado por un defensa y el egipcio señala falta de Helguera, al que también había abrazado otro \'amigo\' coreano. Ghandour volvía con fuerza de los vestuarios. El descanso le había sentado \'bien\'.
España trataba de tomar el mando y los coreanos corrían y corrían. Joaquín estuvo a punto de encumbrarse, pero su disparo, tras pared con Valerón, se estrelló en el lateral de la red.
Casillas evitó el tanto de Park
Camacho movió el banquillo y retiró a De Pedro, agotado, dando entrada a Mendieta. El vasco está desconocido, sin punch, sin garra, descolocado. Poco aportó y fue un cambio poco positivo. También dio entrada en la recta final a Luis Enrique en lugar de Valerón buscando el empuje del asturiano. Para entonces el miedo a perder se había apoderado de ambos equipos y Casillas había salvado un tanto en un remate a bocajarro de Park.
Pero lo más lamentable estaba por llegar. A poco de iniciarse la prórroga, Joaquín vuelve a desbordar por banda, pone el balón al segundo palo y Morientes hace de cabeza el \'gol de oro\'. El inepto asistente de Ghandour levanta la bandera señalando fuera de fondo cuando el balón no llega ni a tocar la línea. Los jugadores se querían \'comer\' al asistente y al egipcio. El Mundial de la farsa llegaba a sus límites más insospechados.
Otro error más y van...
Con muchas reservas ambos equipos buscaban el gol de oro, y cuando Luis Enrique lo iba a encontrar en un mano a mano con Lee Won Jae, el otro asistente se \'inventó\' un fuera de juego para evitar que los anfitriones se despidieran de \'su\' Mundial.
Fue el \'tiro de gracia\'. No quedaba tiempo para más y, aunque lo hubiera quedado, ya pocas cosas más se podían hacer. Llegó la hora d elos penaltis y Casillas no pudo repetir la misma actuación que ante Eire. Los coreanos marcaron sus cinco lanzamientos y Joaquín falló el suyo. Había quien pensaba que si hubiéramos marcado el decisivo también lo habrían anulado.